Una pregunta que muchos de nosotros nos hemos hecho alguna vez es por qué un curso en particular parece comportarse bien con un docente y por alguna razón se comporta mal con otro. Esto es particularmente molesto cuando yo soy el docente en el segundo caso. Por supuesto si estoy comparando el profesor de matemática con el de educación física la respuesta es bastante obvia. Supongamos que esto no es el caso, ¿cuáles entonces son las razones posibles por la diferencia en el comportamiento del grupo de una clase a la otra?
Dejando de lado cualquier explicación física, de algún tema muy interesante de por sí o de competencia profesional, existe otra razón que podría ser fácilmente ignorada y es que ni la docencia en sí ni el manejo del comportamiento áulico son simplemente conceptuales. Es lo que el autor Howard Seeman Ph.D. llama el “Arte de Desempeño (Performance)”. Cuando se pone delante de un grupo de entre 25 y 30 niños/jóvenes, lo que es normal en nuestro país igual que en muchos otros, se necesita más que un buen plan de estudios/clase o tener los conceptos de matemática, de geografía o las fórmulas químicas claras en la mente y esperar transmitirlas a los alumnos sin más. Esto podría funcionar tal vez si fuera cuestión de explicar lo que un carpintero necesita para armar un mueble o un mecánico para arreglar un auto.
El caso del docente es más parecido al aprendizaje de un juego como, por ejemplo, el tenis. En primer lugar se necesita saber cómo se juega y las normas, aprender el estilo de golpe correcto, practicándolos constantemente, con la ayuda de un coach, hasta que se los incorpore instintivamente y finalmente desempeñar lo aprendido en forma interactiva con otros jugadores.
La experiencia nos enseña que simplemente aprendiendo las teorías necesarias para orientar y dar un marco de referencia a nuestras percepciones y clarificar nuestros conceptos no resultan suficientes cuando enfrentamos la tarea concreta de enseñar un grupo de niños/jóvenes. De hecho estamos haciendo como si fuera una representación o caracterización, estamos desempeñando un papel en el cual toda nuestra persona se manifiesta. Esto puede ser una herramienta muy poderosa, aún cuando no somos actores por naturaleza, y aún más poderosa que la pizarra inteligente o la computadora.
Nuestra personalidad se evidencia constantemente y mucho de ella, como sabemos es inconsciente. Así que es importante tener en cuenta que quizás, no fueron los alumnos que cambiaron de un período a otro sin el docente.
Desde luego esto es un gran desafío y quizás incómodo reconocer porque no es el conocimiento cognitivo que está en juego sino otros elementos interactivos de nuestra personalidad, en otras palabras, nuestro desempeño y representación ante los alumnos. Así que, otra vez, la manera en la cual manejamos el comportamiento en el aula tiene mucho que ver con nuestras reacciones, predisposiciones, prejuicios, respuestas inadecuadas o el enojo fuera de lugar. Es aún posible llegar a considerar ciertas actitudes de nuestros alumnos un problema de conducta cuando de hecho no lo es.
En una palabra necesitamos examinar o cuestionar aspectos de nuestra docencia que se han vueltos subconscientes o respuestas automáticas y volver a aprender ser auténticamente asertivos y sobre todo plenamente conscientes de nuestro propio desempeño ante la clase.
Esto me lleva inevitablemente al tema de la CONGRUENCIA que desarrollaré en el próximo post.
When I SHOUT “I’m not angry” what happens?
A question many of us may have come up against in our teaching is why a particular class seems to behave well with one teacher and for some reason behave badly with another. This is particularly annoying when one happens to be the teacher to which the latter applies. Of course, if I’m comparing say a math teacher with the P.E. Instructor, the answer is fairly obvious. But let’s imagine for the moment that is not the case. What then are the possible reasons for the difference in behavior from one class to the next?
Leaving aside any obvious physical explanation, subject matter interest or professional competence, there is another reason that may be easily overlooked, which is that neither teaching as such nor classroom management are simply conceptual. It is what author Howard Seeman Ph.D. calls a “Performance Art”. When faced with a group of between 25 and 30 youngsters, which is the normal situation here in Argentina and I’m sure in many other places, it needs more than a good lesson plan and having the math and geography concepts or the chemical formulas clear in ones head and then expecting to pass them on as if explaining what a carpenter needs to make a piece o furniture or a mechanic to fix a car. It is more like, say, learning to play a game such as tennis. First, you must know the rules and how the game is played. Then you need to learn the strokes correctly and practice them constantly, with the help of a coach, until we incorporate them instinctively into our play. Finally, we need to perform what has been learned interactively with other players.
Experience teaches us that simply learning the theories necessary to grant a solid basis to our perceptions and clarify our concepts are not sufficient when facing the concrete task of teaching a class. We are in fact “performing” in front of the class, so we also need to learn the art of performing. This can be a very powerful tool, even if we are not all actors by nature, and even more so than the intelligent board or the computer. We must bear in mind that our personality is coming through constantly, and much of that, as we know, is unconscious. So it us important to remember that it wasn’t perhaps the students that changed from one period to the next but the teacher.
Of course this is challenging and perhaps even uncomfortable to face, because it is not the cognitive knowledge that is at stake but the interactive responses of our personality, in other words, our performance. So again, the way we manage our class and classroom has a lot to do with our reactions, biases, inappropriate responses or displaced anger. We may even consider certain attitudes of our students to be behavior problems when they are not in fact such. Therefore we may need to examine or question aspects of our teaching that are or have become automatic or sub-conscious responses, and learn to be properly assertive and above all consciously aware of how I’m performing in the classroom.
This leads us to the whole question of being CONGRUENT in my own behavior, which I will deal with in my next post.
No hay comentarios:
Publicar un comentario