Extraño o no pero continúo
escuchando de nuevos casos de acoso escolar o maltrato (“bullying”) en las
escuelas aún en los primeros cursos de la escuela primaria. La verdad es que no
hay nada extraño en eso. Lo que sí llama la atención es que los docentes y los
directivos parecen ignorar estos casos o no saben que hacer ante las
situaciones de acoso escolar.
Se habla y escribe tanto hoy
acerca del peligro de dejar pasar sin más este tipo de conducta entre alumnos
que existe poca excusa por no actuar de inmediato para proteger tanto al que
sufre del acoso como al individuo o al grupo que causan el maltrato dentro de
la escuela o fuera de ella.
Soy plenamente consciente que el
problema del acoso escolar o “bullying” se está tomando muy en serio en algunos
países más que en otros. La situación aquí en la Argentina parece ser que sigue
habiendo cierta ignorancia acerca de la realidad y los efectos del maltrato en
el contexto escolar. También es evidente que la existencia del maltrato entre
alumnos en muchas escuelas está siendo ignorada. Así que me pregunto qué más
necesita ser aclarado acerca de los peligros y las consecuencias de ignorar o
no tomar en serio las muchas situaciones de maltrato que está ocurriendo desde
los primeros años de la escuela primaria.
He hablado y ofrecido en entradas
anteriores algunas sugerencias iniciales para aproximarse y empezar a manejar el problema
en las escuelas. Aparte de la abundante literatura que existe sobre el tema,
hoy en día se está ofreciendo muchas conferencias y cursos para docentes en
distintos niveles y contextos, así que ¿dónde radica la dificultad?
Sigo creyendo que, por lo menos en parte, el
problema radica en la incapacidad de muchas autoridades escolares para
elaborar, organizar e implementar de manera fehaciente un programa de
Comportamiento Integral que sea permanente y constante en toda la escuela. No
se puede considerar esta iniciativa o programa como opcional, a pesar de muchas
experiencias al contrario. Seamos sinceros, sin un mínimo de formación docente
al respecto y el conocimiento necesario para enfrentar las formas variadas de
mal comportamiento a nivel personal y grupal, sólo podemos esperar un nivel
mayor de frustración tanto de los docentes como de los padres con las
consecuencias inevitables para los niños mismos.
Los docentes que no parecen tener
las herramientas y medios necesarios para identificar y manejar niveles comunes
de mal comportamiento y casos de acoso escolar en sus aulas y fuera de ellas no están en condiciones para crear el ambiente necesario
para un aprendizaje eficaz, mucho menos proteger a sus alumnos que sufren
psicológica o físicamente a causa de estos comportamientos.
La consecuente frustración y agotamiento de los docentes tiene su causa muchas veces en los directivos que no han provisto el entrenamiento y las herramientas necesarias para el manejo adecuado del comportamiento áulico. Las escuelas en las cuáles los docentes sigan enviando sus alumnos a la dirección para una sanción ante la mala conducta cotidiana o situaciones de acoso escolar dentro del aula sólo están demostrando la falta de un programa de comportamiento escolar bien definido, entendido y aplicado. Por supuesto que situaciones donde ocurren actos de acoso escolar o maltrato también necesitan procedimientos metódicos y claros para su esclarecimiento y resolución.
La consecuente frustración y agotamiento de los docentes tiene su causa muchas veces en los directivos que no han provisto el entrenamiento y las herramientas necesarias para el manejo adecuado del comportamiento áulico. Las escuelas en las cuáles los docentes sigan enviando sus alumnos a la dirección para una sanción ante la mala conducta cotidiana o situaciones de acoso escolar dentro del aula sólo están demostrando la falta de un programa de comportamiento escolar bien definido, entendido y aplicado. Por supuesto que situaciones donde ocurren actos de acoso escolar o maltrato también necesitan procedimientos metódicos y claros para su esclarecimiento y resolución.
Nuestras escuelas enfrentan
grandes desafíos ante el avance de la tecnología y las comunicaciones. Lo que
no puede ser provisto o substituido por estos avances es la protección y
acompañamiento emocional y psicológico que nuestros niños y alumnos necesitan,
quizás ahora más que nunca.
¿Podemos considerar nuestras escuelas lugares emocional y físicamente seguros?
¿Podemos considerar nuestras escuelas lugares emocional y físicamente seguros?
What’s Happening in My School?
Amazing
or not but I’m hearing stories regularly of new cases of bullying in schools,
even in the first grades of primary school. There is nothing unusual about that
of course. What is unusual at this stage is that teachers and principals are
either ignoring these situations or don’t seem to know what to do about it.
So much
is being said and written about the seriousness of letting this kind of
behavior go unnoticed that there is little excuse for not acting immediately to
protect both the person being bullied and the person or persons who bully others
in the school or outside.
I’m fully
aware that the problem of bullying is being handled and taken more seriously in
some countries more than others. The situation here in Argentina seems to be
that there continues to be certain ignorance regarding the reality and effects
of bullying in the school context. It is also evident that the existence of
bullying in many schools is being ignored. So may I ask, what more needs to be
said about the dangers of ignoring or not taking seriously the many situations
of bullying that are occurring from the first years of primary school.
In
earlier posts I have spoken of and offered some initial approaches to handling
the problem. Apart from the abundant literature on the topic, conferences are
now being given regularly to teachers at different levels regarding the issue,
so where does the problem lie?
I
continue to believe that, at least in part, the problem lies in the inability
of many school authorities to undertake and implement seriously a solid,
permanent and overall program of Behavior Management within the school. This
program should not be considered optional at any level or in any school,
despite my experience to the contrary. Let’s face it, without a minimum of
teacher training in this respect and an awareness of how to approach the
different forms of misconduct at individual or group level, we can only expect
a growing level of frustration of both teachers and parents with the inevitable
consequences for the children themselves.
Teachers
who seem to have no means or tools for identifying and handling unusual levels
of misconduct or cases of bullying in their classrooms and elsewhere in or
around the school are not in a position to create the necessary environment for
adequate learning, much less to protect those students who are suffering psychologically
or physically as a result. The consequent burnout or frustration on the part of
teachers can only then be the sole responsibility of the school authorities who
fail to offer the necessary training and tools for proper classroom management.
Schools where the teachers continue to send their students to the principal’s
office for sanctions in the face of the usual, commonplace misconduct or
situations of bullying are demonstrating the lack of a well-defined program of
school behavior management. Of course, recognizable situations of bullying also
need methodical procedures to be implemented for their proper handling and the benefit
of those involved.
Our
schools are facing tremendous challenges in the light of the advances in
technology and communications. What cannot be supplied or substituted by these
modern facilities is the emotional and psychological protection and
accompaniment which our children and our students continue to need, perhaps now
more than ever. Can we truly consider our schools to be safe, emotionally as
well as physically?
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