viernes, 24 de mayo de 2013

¿QUÉ PASA EN MI ESCUELA? Español/English




Extraño o no pero continúo escuchando de nuevos casos de acoso escolar o maltrato (“bullying”) en las escuelas aún en los primeros cursos de la escuela primaria. La verdad es que no hay nada extraño en eso. Lo que sí llama la atención es que los docentes y los directivos parecen ignorar estos casos o no saben que hacer ante las situaciones de acoso escolar.
Se habla y escribe tanto hoy acerca del peligro de dejar pasar sin más este tipo de conducta entre alumnos que existe poca excusa por no actuar de inmediato para proteger tanto al que sufre del acoso como al individuo o al grupo que causan el maltrato dentro de la escuela o fuera de ella.    
Soy plenamente consciente que el problema del acoso escolar o “bullying” se está tomando muy en serio en algunos países más que en otros. La situación aquí en la Argentina parece ser que sigue habiendo cierta ignorancia acerca de la realidad y los efectos del maltrato en el contexto escolar. También es evidente que la existencia del maltrato entre alumnos en muchas escuelas está siendo ignorada. Así que me pregunto qué más necesita ser aclarado acerca de los peligros y las consecuencias de ignorar o no tomar en serio las muchas situaciones de maltrato que está ocurriendo desde los primeros años de la escuela primaria.
He hablado y ofrecido en entradas anteriores algunas sugerencias iniciales para aproximarse y empezar a manejar el problema en las escuelas. Aparte de la abundante literatura que existe sobre el tema, hoy en día se está ofreciendo muchas conferencias y cursos para docentes en distintos niveles y contextos, así que ¿dónde radica la dificultad?
 Sigo creyendo que, por lo menos en parte, el problema radica en la incapacidad de muchas autoridades escolares para elaborar, organizar e implementar de manera fehaciente un programa de Comportamiento Integral que sea permanente y constante en toda la escuela. No se puede considerar esta iniciativa o programa como opcional, a pesar de muchas experiencias al contrario. Seamos sinceros, sin un mínimo de formación docente al respecto y el conocimiento necesario para enfrentar las formas variadas de mal comportamiento a nivel personal y grupal, sólo podemos esperar un nivel mayor de frustración tanto de los docentes como de los padres con las consecuencias inevitables para los niños mismos. 
Los docentes que no parecen tener las herramientas y medios necesarios para identificar y manejar niveles comunes de mal comportamiento y casos de acoso escolar en sus aulas y fuera de ellas no están en condiciones para crear el ambiente necesario para un aprendizaje eficaz, mucho menos proteger a sus alumnos que sufren psicológica o físicamente a causa de estos comportamientos. 
La consecuente frustración y agotamiento de los docentes tiene su causa muchas veces en los directivos que no han provisto el entrenamiento y las herramientas necesarias para el manejo adecuado del comportamiento áulico. Las escuelas en las cuáles los docentes sigan enviando sus alumnos a la dirección para una sanción ante la mala conducta cotidiana o situaciones de acoso escolar dentro del aula sólo están demostrando la falta de un programa de comportamiento escolar bien definido, entendido y aplicado.  Por supuesto que situaciones donde ocurren actos de acoso escolar o maltrato también necesitan procedimientos metódicos y claros para su esclarecimiento y resolución.  
Nuestras escuelas enfrentan grandes desafíos ante el avance de la tecnología y las comunicaciones. Lo que no puede ser provisto o substituido por estos avances es la protección y acompañamiento emocional y psicológico que nuestros niños y alumnos necesitan, quizás ahora más que nunca. 
¿Podemos considerar nuestras escuelas lugares emocional y físicamente seguros?  

   


What’s Happening in My School?
Amazing or not but I’m hearing stories regularly of new cases of bullying in schools, even in the first grades of primary school. There is nothing unusual about that of course. What is unusual at this stage is that teachers and principals are either ignoring these situations or don’t seem to know what to do about it.
So much is being said and written about the seriousness of letting this kind of behavior go unnoticed that there is little excuse for not acting immediately to protect both the person being bullied and the person or persons who bully others in the school or outside.
I’m fully aware that the problem of bullying is being handled and taken more seriously in some countries more than others. The situation here in Argentina seems to be that there continues to be certain ignorance regarding the reality and effects of bullying in the school context. It is also evident that the existence of bullying in many schools is being ignored. So may I ask, what more needs to be said about the dangers of ignoring or not taking seriously the many situations of bullying that are occurring from the first years of primary school.
In earlier posts I have spoken of and offered some initial approaches to handling the problem. Apart from the abundant literature on the topic, conferences are now being given regularly to teachers at different levels regarding the issue, so where does the problem lie?
I continue to believe that, at least in part, the problem lies in the inability of many school authorities to undertake and implement seriously a solid, permanent and overall program of Behavior Management within the school. This program should not be considered optional at any level or in any school, despite my experience to the contrary. Let’s face it, without a minimum of teacher training in this respect and an awareness of how to approach the different forms of misconduct at individual or group level, we can only expect a growing level of frustration of both teachers and parents with the inevitable consequences for the children themselves.
Teachers who seem to have no means or tools for identifying and handling unusual levels of misconduct or cases of bullying in their classrooms and elsewhere in or around the school are not in a position to create the necessary environment for adequate learning, much less to protect those students who are suffering psychologically or physically as a result. The consequent burnout or frustration on the part of teachers can only then be the sole responsibility of the school authorities who fail to offer the necessary training and tools for proper classroom management. Schools where the teachers continue to send their students to the principal’s office for sanctions in the face of the usual, commonplace misconduct or situations of bullying are demonstrating the lack of a well-defined program of school behavior management. Of course, recognizable situations of bullying also need methodical procedures to be implemented for their proper handling and the benefit of those involved. 
Our schools are facing tremendous challenges in the light of the advances in technology and communications. What cannot be supplied or substituted by these modern facilities is the emotional and psychological protection and accompaniment which our children and our students continue to need, perhaps now more than ever. Can we truly consider our schools to be safe, emotionally as well as physically?   

        

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